Comprender el proceso de toda la vida conocido como humildad cultural

Estimados colegas,

Mientras continuamos nuestro viaje para ampliar nuestro conocimiento y comprensión de la diversidad, la equidad y la inclusión, les animo a que se familiaricen con el concepto de humildad cultural, que fue desarrollado por las doctoras Melanie Tervalon y Jann Murray-Garcia en 1998 para abordar las desigualdades en el ámbito de la atención sanitaria. Originalmente describieron la humildad cultural como una herramienta para educar a los médicos a trabajar con poblaciones cultural, étnica y racialmente diversas. Desde entonces, el concepto se ha extendido más allá de la atención sanitaria.

Sin pensarlo, experimentamos y participamos en diferentes culturas cada día. Los individuos de una misma cultura experimentan esa cultura de forma diferente con personas ajenas a ella. Es probable que la cultura familiar de una persona tenga cualidades y expectativas de comportamiento claramente diferentes a las de su cultura laboral, escolar o de grupo social.
Los Institutos Nacionales de la Salud definen la humildad cultural como un proceso de autorreflexión y autocrítica a lo largo de toda la vida en el que uno no sólo aprende sobre la cultura de los demás, sino que empieza por examinar sus propias creencias e identidades culturales.

¿Cuál es la diferencia entre humildad cultural y competencia cultural? La competencia cultural no llega a ser el proceso de autorreflexión a lo largo de la vida que se identifica con la humildad cultural. El objetivo de la competencia cultural es aprender sobre la cultura de otra persona en lugar de reflexionar sobre los propios antecedentes en relación con esa cultura. La competencia cultural es una herramienta para nivelar las dinámicas de poder desequilibradas. Existe un desequilibrio de poder cuando una persona puede dominar la toma de decisiones o hacer valer su poder sobre la otra. Las personas que ostentan el poder suelen ser ajenas a sus implicaciones en la vida cotidiana. Mediante la práctica de la humildad cultural, uno puede evaluar el poder que aporta a una relación y ajustar su lenguaje y acciones en consecuencia para restablecer el equilibrio.

La entrevista y la atención centrada en el paciente (en lugar de centrada en el médico) es un ejemplo de humildad cultural. No da por sentado automáticamente que el médico tiene todo el conocimiento o el poder y que, por tanto, es el experto en la situación. El paciente dirige la conversación sobre sus problemas de salud, ya que es quien mejor conoce su situación. El médico aporta valor a la relación con sus conocimientos médicos, y juntos pueden colaborar de forma equitativa para proporcionar la mejor atención. Los médicos y el personal no sólo deben ser culturalmente competentes para atender a nuestras diversas poblaciones y luchar por la equidad sanitaria, sino también culturalmente humildes.

Para practicar una verdadera humildad cultural, una persona también debe ser consciente y sensible a las realidades históricas, como los legados de violencia y opresión contra ciertos grupos de personas. Para crear confianza, hay que hacer visibles las razones históricas de la desconfianza y el escepticismo, como la historia de la esclavitud, el racismo, la segregación y la experiencia vivida de falta de respeto.

La autoconciencia es fundamental para el concepto de humildad cultural. Los psicólogos Shelley Duval y Robert Wicklund definen la autoconciencia como la capacidad de centrarse en uno mismo y en cómo sus acciones, pensamientos o emociones se ajustan o no a sus normas internas. Las personas que son muy conscientes de sí mismas pueden interpretar sus acciones, sentimientos y pensamientos de forma objetiva.
La autocrítica es vital para lograr la humildad cultural. Cuando comprendemos nuestras creencias, identidades y prejuicios, la proyección de esas ideas sobre los demás se vuelve más clara. La autocrítica requiere que aceptemos que no es posible saber todo sobre una cultura determinada.

En pocas palabras, podemos empezar a practicar la humildad cultural sintiendo curiosidad por las diferencias culturales, siendo humildes, mostrando interés por las experiencias de otra persona y siendo sensibles a los desequilibrios de poder existentes. Empezar una conversación de forma que se intente comprender realmente las identidades de una persona relacionadas con la raza, la etnia, el género, la orientación sexual, el estatus socioeconómico, la educación, las necesidades sociales, la ubicación geográfica, etc., es humildad cultural.
Es una época maravillosa de la temporada, así que no olvides compartir tu sonrisa con los demás. ¡Es un regalo que contagia positividad!

Gracias,

Alexies-Samonte

Alexies Samonte, M.D., MBA, FAAP (She/Her)
Vice President
Sponsoring Institution Diversity, Equity and Inclusion